jueves, 10 de mayo de 2012

Argentina vs Holanda de 1979 y la bandera de "Videla Asesino"

Arriba, la imagen de la TV Argentina con el anuncio "Hoy 23 hs, Les Luthiers" para tapar lo que se ve en la transmisión original en la foto de abajo: la bandera que dice "Videla Asesino"


























A continuación, el partido completo y la excelente nota al respecto de la Revista Un Caño


Primer Tiempo



Segundo Tiempo y Penales

 

REVISTA UN CAÑO, EDICIÓN 17
EL TÚNEL DEL TIEMPO: 1979


Vivíamos en un país hambriento de mentiras. Y nosotros allí. Éramos el pueblo que se divertía.


Llevábamos tres años y dos meses de una dictadura. Sin embargo nadie decía “vivimos en una dictadura”. Estaba prohibido Marx; estaba prohibido Perón, Lenin, Evita, El Che, Cooke, Fidel, Serrat, los discos de Zitarroza y un país completo llamado Cuba. Ni las estatuas se salvaban de la purga.
Estaba cerrado el Congreso, prohibidas las huelgas, aporreados los partidos políticos; los niños no sabían que era un concejal, un referendum, una urna. Pero en las escuelas se enseñaba la Constitución.
Tres palabras con r eran mudas: rebelión, revolución, reclamos.
Eso sí, no estaba prohibido respirar.


La primera historia ocurrió poco después del mediodía del 22 de mayo de 1979. Millones de argentinos esperábamos sentados frente a televisores mayoritariamente en blanco y negro. Allí terminarían los detalles de un partido difícil de ignorar que se jugaba en Suiza. En Berna, como parte de los festejos por los 75 años de la FIFA, los seleccionados de la Argentina y Holanda, frente a frente, por “La Gran revancha” del Mundial 78. En el inventario de nuestro equipo celeste y blanco aparecía un nombre, aún no santificado: Diego Armando.


Relator y comentarista, en vivo, se dedicaban a enseñarnos un poco de fútbol. De pronto, todos vimos aquello que hoy... recordamos mal.


En las tribunas del estadio, unas personas desplegaban unos carteles en los que se leía; “Videla asesino”. Como si fueran los árboles del paisaje, dejamos de ver el paisaje. En aquellas gradas estaba Angel Cappa. Era uno de los miles de exiliados argentinos. También estaba Sergio Ferrari, un joven. El mismo Sergio Ferrari, maduro, que ahora es parte de esta evocación.


“Llegaron muchos compañeros exiliados de Francia y de Holanda – recuerda-. Nuestro primer problema fue de seguridad, ¿cómo entrar el cartel? En verdad, no era un solo cartel. Eran muchos. Con letras separadas y pintadas sobre una tela se formaron las palabras Videla asesino y el rostro de Videla. De pronto nos dimos cuenta que era mucho más fácil que entrar eso a la cancha era más fácil que en la Argentina .Nos pusimos atrás de los arcos. Allí aparecieron algunas banderas argentinas con otras consignas; eran, especialmente, los exiliados de Francia. La seguridad del estadio se había preocupado en que no entraran palos grandes. Recuerdo que incluso habíamos discutido si llevábamos, o no, cadenas”.


Aquí, el sacrilegio puso de nervios a la conducción de los “con gorra” que manejaban el canal. Por lo pasillos correteaba gente implorando una idea. Hasta que alguien gritó:


- Hay que tapar eso.
En Suiza, los funcionarios de la embajada argentina no disimularon nada. En minutos, solicitaron a los organizadores que hicieran retirar los carteles más visibles; de lo contrario el partido no continuaría.


Sergio acelera el relato: “la gente de la seguridad vino a decirnos que sacáramos todo eso. Eran de una empresa privada. Te aclaro que eso en Suiza es normal, la seguridad no lleva armas a la cancha. El primer choque fue con un grupo, en formación militar, que se acercó a la primera fila para arrebatarnos los carteles. Ahí nos dimos cuenta de cómo venía la mano. Fue un momento de gran tensión, primero se acercaron un par de civiles de seguridad. Creo que ellos no advirtieron que la movida era muy masiva, y que había muchos compañeros suizos que estaban muy ligados a la solidaridad con los argentinos. Previamente habíamos impreso un montón de volantes que denunciaban a la dictadura y que se entregaron, momentos antes del partido en todas las tribunas. Eran volantes en español, en alemán y en francés. Todo ello había generado un clima de mucha simpatía con los presentes porque el tema de la dictadura estaba muy al día en los medios suizos. La agresión vino de parte de la seguridad privada y entonces hubo una respuesta muy fuerte, de los argentinos. Yo vi como le volaban los dientes de un piñazo a un guardia. Los de Seguridad subestimaron la bronca de quienes estábamos allí. Faltaba poco para finalizar el primer tiempo y lograron romper algunas de las letras de Videla, pero nos quedaba el retrato de Videla que seguimos exhibiendo y sacando cada vez que la pelota iba para ese lado”.


Aquí, en la Argentina, las escenas eran de exorcismo. Para “tapar” la zona del televisor donde se veía el cartel, los técnicos de la dictadura desplegaron un telón censor que tuvo distintas formas en los pliegues de nuestra memoria. Para muchos de aquellos televidentes de treinta años atrás, fueron varias tiras negras (me incluyo). Para otros una sola. Para la contundencia de una prueba que terminamos de ver (treinta años después, observamos el video gracias al sensacional archivo de Gonzalo Bonadeo) se trató de una propaganda de Les Luthiers que desde canal 7 se movía desde la pantalla tratando de colocarlo encima de la bandera “Videla asesino”.


Cappa comenta: “yo había ido a ver a Maradona, pero me puse a colaborar con los otros muchachos con las pancartas. El periodismo cómplice argentino no dijo una palabra de lo que ocurrió”.


En Suiza no sabían qué estaba ocurriendo con la transmisión. Los celulares eran sólo una fantasía que asomaban en la serie “Viaje a las Estrellas”. Sergio se enorgullece de la hazaña: “Todos los carteles estaban visibles, pero el que más jorobaba era el de ‘Videla Asesino’. Después de la batalla, el partido siguió. La pregunta era cómo íbamos a salir del estadio.
Temíamos una represalia. Decidimos salir muy juntos, organizadamente, y no tuvimos problemas. En la prensa suiza y en la prensa europea se habló mucho de esto. Recién un días después, por teléfono, nos enteramos de lo que había pasado en la Argentina y que no habían podido taparlo, al menos por un rato se vio. Y quiero aclarar algo sobre Menotti: como grupo de refugiados nunca pudimos tener acceso a jugadores y al cuerpo técnico”.


La segunda historia ocurrió en la semana siguiente. Con enojo nacionalista y oficialista, la mayoría de los conductores de programas de radio y TV estaban indignados con el “ataque antiargentino” de los exiliados. Negar las denuncias de quiénes nos advertían de las torturas, los campos de concentración, los desaparecidos, era otro deporte nacional. Era como darle la espalda al refrán (“Cuando el monte se quema, algo suyo se quema”).


La ingenua tropa comunicacional de Videla incluía a Mónica Cahen D’anvers (sí, la de Mónica Presenta, la de Telenoche) y a uno de los locutores de radio más famosos, Julio Lagos. Desde programas con alto rating se convocaba a un desagravio. La Selección Argentina seguía su gira por Europa y le tocaba una parada en Roma, para enfrentar a Italia. La consigna desde los medios invitaba: “vamos a Roma, a demostrarles quiénes somos de verdad los argentinos”.


Un vuelo salió de Ezeiza. Costó 150.00 dólares. Colmado. Iban Mónica y Lagos. Y un pasaje de clase media que prometía evangelizar a los italianos y a la prensa europea sobre “la Argentina en paz en la que vivimos”. El almirante Lacoste los esperaba en Italia con las entradas en la mano.




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